Las flores más raras del mundo

 In Flores

Esta semana os hablamos sobre algunas de las flores más raras del mundo:
Rafflesia Anoldi
Emiten un profundamente desagradable olor, similar al de la carne putrefacta, y lo más increíble es que son capaces de emitir calor. Además, se trata de una especie parasitaria, ya que no realiza la fotosíntesis, sino que se aprovecha de las raíces de árboles. Esta gigantesca flor puede alcanzar los siete kilos de peso y abarcar hasta un metro de diámetro. Es originaria de la selva de borneo y típicamente tiene un color naranja con motas blancas.
Mimosa Pudica
La característica más destacable de esta planta es que reacciona al contacto. Se trata de un mecanismo de defensa, tanto frente a depredadores como ante el calor, para ahorrar agua, y aunque es posible que nos resulte familiar esta planta, quizás no sabíais que también es capaz de dar flor.
Debido a su curioso comportamiento, ha sido objeto de mucho estudio por parte del mundo científico, y así, se ha podido ver que la planta es capaz de distinguir entre el estímulo provocado por el tacto de un dedo, y el provocado por una gota de agua. No sólo esto, sino que además es una planta capaz de acostumbrarse a ciertos tipos de estímulo, teniendo así una especie de memoria que le permite adaptarse a distintas situaciones.
Simplocarpus Foetidus
Se trata de otra flor de fétido aliento, al igual que la Rafflesia Anoldi, comúnmente llamada col de mofeta. Esta flor tiene otra característica que la distingue del resto de flores normales y corrientes. Originaria de América del Norte, cuenta con la capacidad de emitir temperaturas de hasta treinta y cinco grados por encima de la temperatura ambiente, pudiendo así fundir hielos y nieves para emerger a la superficie. Este fenómeno, que se denomina termogénesis, sirve una doble función, ya que el calor, unido al olor de la planta, atrae a insectos interesados en carroña, favoreciendo así la polinización y supervivencia de esta increíble flor.
Además, si estamos familiarizados con la obra de H.P. Lovecraft, podemos ver referenciada esta flor en su obra “El color que cayó del cielo”, demostrando una vez más que la realidad y la ficción más extraña están más cerca de lo que solemos creer.

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